Pues sí: después de muchos años de especulaciones finalmente a Bob Dylan le han concedido el premio Nobel… El de literatura, claro, porque el de música lamentablemente no existe – pero, al menos, ya se puede decir que hay un músico que ha conseguido el preciado galardón.
Habitualmente no hablaríamos aquí de unos premios donde no tienen cabida la música o la fotografía, como los Nobel, donde las Artes quedan relegadas a una sola categoría; y aunque el viejo Bob ya tuvo en su día un espacio por aquí (¡gracias, Jesús!) creemos que la ocasión merece que volvamos a recuperar su figura. Y también creemos que si por algo merece Dylan un premio (y además, uno de literatura) es por su talento y su creatividad como escritor, porque realmente es más poeta que músico: si su música y sus canciones han tenido un alcance y una influencia tan universales no es por cómo toca o cómo canta sino por lo que canta, lo que cuenta y cómo lo cuenta. Dylan es, por encima de todo, un gran compositor – y más en concreto, un gran escritor. Es un maestro contando historias tan peculiares como identificables, y es capaz de hacerlo desde diferentes ópticas y registros. Sin haber inventado nada, ha desarrollado un lenguaje, una manera única y propia de contar, y de cantar – su voz ya sería tema aparte…
Así que, al margen de las inevitables polémicas que generan siempre este tipo de premios, nos alegra este reconocimiento por lo que tiene de muestra de respeto hacia la música, hacia la poesía que hay en las canciones y hacia los músicos como creadores con una importante e innegable influencia en la cultura en general, más allá de su ámbito. Oficialmente, dicen que se lo dan “por crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”. Bueno, pues por lo que sea: ¡Enhorabuena, Bob! Aunque igual a ti, a estas alturas, te la trae floja, o lo mismo te estás revolcando de la risa, en fin… Que usted lo disfrute.
Ah, y para acompañar con imágenes esta pequeña celebración hemos escogido esa bonita instantánea de Bob con la armónica, una entre las muchas imágenes memorables que se recogen en el libro Bob Dylan: A year and a day, una recopilación del trabajo que hizo junto al fotógrafo Daniel Kramer entre 1964 y 1965, en la época que decidió enchufar su guitarra, para escándalo de muchos de sus incondicionales – como ahora algunos tampoco le perdonarán que acepte un premio Nobel, pero bueno…
Y una vez más, os recordamos que podéis seguirnos y encontrarnos donde ya sabéis:
Su respuesta al Nobel es autista, efectivamente le debe tocar un pie.
Así es Bob, anda a lo suyo, en su mundo… Los premios no le quitan el sueño, y además nunca ha sido un dechado de amabilidad o simpatía. ¡Estos artistas… !
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