Una mujer en un mundo de hombres que se acabó ganando el respeto de toda la profesión y la confianza de quienes retrataba, pero que acabó alejándose de la fotografía y cuyo trabajo cayó en el olvido, hasta ser reivindicada y retomar su pasión en los últimos años de su vida. Joana Biarnés nos dejó a finales del año pasado, pero su legado permanecerá siempre en el recuerdo.
Juanita Biarnés comenzó ayudando a su padre, fotógrafo de prensa deportiva, topándose enseguida con el rechazo general (¿cómo era posible, una mujer con una cámara de fotos en un campo de fútbol?) pero firmemente decidida a buscarse un hueco en la profesión. Acabó dejando su Cataluña natal para instalarse en Madrid y trabajar en el diario Pueblo, pasando de los deportes a cubrir eventos sociales y a codearse con grandes artistas tanto nacionales como internacionales. Llegó a tener gran amistad con Dalí, y estuvo presente en las visitas a la España de los 60 de figuras como Tom Jones (cuando actuó en la base militar de Torrejón) o los mismísimos Beatles, a quienes no pudo hacer buenas fotos en su concierto de Madrid, lo que la llevó a seguirles hasta Barcelona, compartiendo avión con ellos y colándose en su hotel hasta ganarse su confianza, logrando retratarles en exclusiva (aunque en Pueblo rechazaran publicar esas fotos para no hacer más publicidad a aquellos melenudos que se consideraban una influencia nefasta para la juventud).
Las grandes figuras nacionales de la época también pasaron por su objetivo: Lola Flores, Carmen Sevilla, Marisol, Rocío Dúrcal, Joan Manuel Serrat, Massiel (a quién acompañó a París para elegir con ella el vestido con el que acabaría ganando el festival de Eurovisión), pero sobre todo Raphael, a quien acompañó en sus giras internacionales y para el que realizó numerosas fotos, algunas de las cuales acabaron siendo portadas de sus discos. Suyas son también las imágenes que aparecen en cubiertas del Dúo Dinámico, Los Brincos, Los Bravos, Alberto Cortez, María Dolores Pradera o incluso de ¡Tip y Coll!
Con la transición y el nuevo rumbo amarillista que empezaron a tomar las crónicas sociales en los medios, Juana perdió el interés y aparcó su cámara durante más de veinte años, en los que su plácido retiro en Ibiza acabó siendo una nueva aventura profesional, en este caso a los fogones de su propio restaurante, que se convirtió en centro de peregrinaje obligado en la isla para todas sus viejas amistades y para otras muchas que fue haciendo en su experiencia culinaria. Felizmente recuperada para la memoria colectiva en los últimos años como la gran fotógrafo que fue, volvió a coger la cámara y a disfrutar con emoción y humildad de los muchos y muy merecidos homenajes que recibió al final de su carrera.
Más vale tarde que nunca.
Recomendamos ver el documental completo en la web de RTVE.
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