Hacía tiempo que teníamos ganas de vivir un concierto desde dentro, pero de verdad: desde el principio, viajando con los músicos, descargando el equipo para la prueba de sonido y compartiendo camerino, esfuerzos, emociones, sudores, cervezas y risas. Y este fin de semana tuvimos la ocasión de hacerlo con Ana Curra y su banda.
Salimos el sábado temprano rumbo a Valencia, donde ese día iban a compartir cartel con Los Enemigos y MClan, en un concierto denominado Poetas del Rock dentro del ciclo veraniego Concerts de Vivers, que se desarrolla en un estupendo enclave urbano, en pleno centro de la ciudad del Turia, en los Jardines del Real – también llamados de Viveros, un auténtico oasis en este caluroso verano.
Y es que es fácil que te toque, como fue el caso, llegar a descargar, montar y probar sonido a las cuatro de la tarde, una hora a la que en estas fechas más vale estar al fresco, o al menos a cubierto. Menos mal que el escenario era enorme y, sobre todo, a esa hora tenía sombra. El inevitable ritual de ir haciendo sonar cada instrumento se sobrellevó bastante bien, gracias al buen entendimiento y la colaboración de músicos y técnicos, y en un par de horas estaba todo listo.
Y aunque en principio nuestro papel era sólo el de ir a documentar el concierto con la cámara, no sólo acabamos haciendo de improvisado proyeccionista durante el concierto, sino que en apenas 24 horas creamos un nuevo vídeo para acompañar la interpretación de Unidos. Todo un desafío personal que supuso una satisfacción añadida, ya que Curra le dio el visto bueno para estrenarlo allí mismo en Valencia.
Ya que les tocaba abrir el espectáculo, a las 8 y media con mucha luz del día aún, poco iban a notarse los focos del escenario, pero al menos se pudo aprovechar bien la fabulosa pantalla para dar color y vida a la actuación con las diferentes proyecciones que iban acompañando los distintos temas.
Un concierto corto pero muy intenso y del que todo el mundo salió satisfecho: un entorno fantástico, un escenario imponente, un sonido y una imagen espectaculares, un ambiente muy animado y una estupenda organización. Poco más se podía pedir, así que una vez acabada nuestra tarea pudimos felicitarnos por haber cumplido con nuestra misión, repusimos fuerzas y nos relajamos, y por supuesto nos acercamos también a disfrutar un rato de los otros dos conciertos – y de paso a hacerles alguna foto también, claro.
Gracias a toda la organización, a los técnicos que nos echaron – literalmente – todos los cables que fueron necesarios, al público que participó y disfrutó de la velada y, por supuesto, a Ana, a Pilar, a Iván y a Iñaki por admitirme en su furgoneta y en su tropa, y por permitir que les acompañase en esta pequeña aventura que es salir a la carretera con una banda de rock, algo que para ellos es algo natural y habitual desde hace muchos años pero que para mí fue algo único y muy especial porque, aunque seguramente no será la última, para mí era la primera vez, y las primeras veces nunca se olvidan.